domingo, 4 de mayo de 2008

In memoriam (Relato 4)

26 de Diciembre. Estába anocheciendo y hacia un frío respetable, pero ellos no lo notaban. Al menos él, que ese día se jugaba el resto de su vida. Había oído decir a un amigo que ella le gustaba y que íba a pedirle que fuera su novia, y él no podía permitírlo. Así que armándose de valor la había invitado a pasear y buscaba el momento propício para decírselo.

Seguramente pensaba que el día acompañaba, al fín y al cabo la Navidad siempre saca lo mejor de las personas y ellos, aunque solo amigos, siempre se habían llevado bien y estaban a gusto juntos.
"Tengo que hacerlo" se decía mientras daban la enésima vuelta por la acera que llevaba justo desde la casa de los padres de ella a la de los padres de él.

"Allá voy"...
"¿Quieres que seamos novios?" y ella que lo mira y le sonríe. Y vuelve a mirarlo y le dice: " me caes bien y estamos a gusto juntos" ... silencio, él empieza a sudar. "Yo no te quiero pero si quieres probamos".
No era un sí rotundo, pero tampoco era un no, ¿ que podía perder? . Asi que probaron y despues de tres años de noviazgo se casaron. Fueron la pareja de novios más apuesta, gentíl y hermosa que nunca se había visto.
Y se multiplicaron, primero el niño y despues las dos niñas, de golpe. No estaba mal.

Y se amaron, se apoyaron, se solidarizaron y se compenetraron hasta formar uno solo.
(¿Alguien recuerda como empezaron?, exacto , ella le dijo que no le quería. ¡Pues si llega a decirle que sí!)

Cualquier cosa que a ella le gustaba era importante para él; cualquier idea, afición o propuesta que él hiciera era secundada por ella con verdadera pasión.
Nunca dejaron de estar juntos, ni en los grandes momentos ni en los más insignificantes. Hasta los amigos se burlaban de ellos diciendo que aquello no era normal y que ya estaban empalagando. Pero ellos se reían y seguían a su manera.

El le repitió hasta la saciedad que nunca lo abandonara porque sin ella no podría vivir, y ella se reía diciéndole que era un miedica.

Y pasaron los años y trás los hijos llegaron los nietos y ellos seguían igual, derrochando su amor, su preocupación y su apoyo a toda su familia. Y a sus amigos de toda la vida; y a sus compañeros del colegio de la infancia; y a sus chicos del baloncesto; y a sus compañeros de partido; y a las nuevas familias que sus hijos crearon; y a sus compañeros de trabajo; y a sus aficiones; y a su música; y a su Valencia C.F.; y a su tierra ...

Y de repente, sesenta años después, sin hacer caso de lo que él le había advertido tantas veces, ella se fué. Para siempre, sin previo aviso, sin casi tiempo para las despedidas. Y él ya nunca fué el mismo.
Y todos le decían : tienes que sobreponerte. Pero él se había quedado solo.
Como aquella vieja canción él la había "querido a morir". Y eso hizo: morirse.

Ahora que ya no están, los que tuvimos el honor de conocerlos y compartir su vida tenemos el consuelo de saber que vuelven a estar juntos.

Para toda la eternidad.



(A mis padres)

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