viernes, 25 de julio de 2008

Otelo

Era un imbécil. Así de simple.
Viene a colación después de reflexionar sobre si, lo que piensan los hombres y las mujeres, se parece a la hora de sentir celos.
Basicamente sí. Cualquiera que sea el sexo, el ser humano se siente inseguro y temeroso de que el depositario de su afecto se vaya con el mismo (aunque no se puede ir con tu afecto, se iría con otro, u a otro) a otra parte. Más aún, que crea que esa parte es mejor.

Aumenta nuestra inseguridad ( y mucho) pensar que alguna otra persona pueda darle todo aquello que nosotros ansiábamos y/o incluso que ya le hemos dado.¿Que tendrá el/ella que no tenga yo? sigue siendo una de las preguntas más repetidas de la historia.
Aunque ultimamente la respuesta ha cambiado un poco: "él/ella se lo pierde" y " ya se enterará ese/a de lo que se lleva", están ganando adeptos a pasos agigantados.

Pero lo que me interesaba de verdad era comprobar si lo que a mí me hubiera puesto de los nervios y lo que puede poner a un hombre en ese estado tenían algo que ver. Y ¡ no solo se parecen, son lo mismo!. ¡Palabra! Que me lo ha explicado un hombre de verdad y yo le creo a pies juntillas. Funciona más o menos de esta manera: uno ( no importa cual) llama y al otro lado no contestan, "¿ y ahora no me hace caso? "¿qué puede estar haciendo que sea más importante que YO?", "¡ojalá se le atragante!, "¡pues se va a enterar cuando le/la vea!" (las variantes pueden ser infinitas, pero como ejemplo creo que sirven).

Siempre he dicho que era increíble que alguien como Otelo, fuerte, listo y brillante ( o se le suponía, ¿acaso no lo eligen para dirigir las campañas del Ducce?) cayera, preso de la insídia de Yago, en ese estado de desesperación por los supuestos actos de Desdémona, hasta el punto de matar a quien, a todas luces, era una blanca paloma. Ni Otelo era tan fuerte ni tan listo, más bien era un petardo ciego e inseguro; ni su creador contó la historia como tocaba, lo que en realidad debería de haber contado era la envidia de Yago. (O en realidad sí lo hizo y nos empeñanos en no darnos cuenta)

Porque, al final, ésa es la verdadera esencia de los celos. La envidia. No poder soportar que sea otro el elegido en detrimento de nuestros méritos, sean los que sean. (El amor es desprendido ¿recordáis?)

Por más esfuerzos que hagamos, no podemos obligar a que nos amen, así que solo podemos contener la respiración y esperar que los dioses, graciosamente, nos toquen con su magia y entonces a lo mejor va y sucede.

Y cuando al final has conseguido algo tan especial, ¿ vas a echarlo todo a perder porque mira a otra al pasar?(el), ¿ porque tiene muchos amigos?(ella) , ¿ porque a veces no te dice donde va? (el), ¿porque incluso parece que a veces pasa de ti? (lo dos) .

Me voy a permitir recordarte algo:

1.- Te quiere, entonces no importa a quien mire.
o
2.- No te quiere, entonces ¿que te importa a quien mire?

En cualquier caso no se os ocurra hacer como Otelo que, antes de lanzarse a tan grave como innecesario drama, debió haber pensado seriamente lo de "pues ella se lo pierde"

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