jueves, 24 de febrero de 2011

Camp(e)ando a sus anchas

Otra vez en la calle, pensaba Rodrigo cabizbajo, mientras se alejaba de palacio. ¿Cómo puede creer a la prensa amarilla?, ¿dónde se ha visto que un vasallo haga jurar a un rey?. Pero me la tenía guardada, sí, desde siempre, que siempre amé más a Sancho que a Alfonso. Pero ¡pardiez!...¿dudar de mi lealtad?


Y con estas tribulaciones se iba alejando, dándole vueltas a lo que haría ahora con su vida: Tendré que apuntarme al paro, ¡joer, qué rollo! Esperar a ver si me avisan para algún trabajo temporal en alguna escaramuza menor, menudo plan.

Entonces, con la fuerza del rayo, una idea se abre en su mente: ¡me haré autónomo!.
Al fin y al cabo me educaron junto a un rey, en San Pedro de Cárdena y sé de leyes, nadie iguala mi destreza en la lucha, amén de poseer una amplia cultura…
Además, ya lo hice una vez cuando me fui a Zaragoza y no me fue mal, ¿qué digo?, me fue genial, aún conservo la Tizona y la Colada…¡qué tiempos!.
Quizás si voy hacia el este….. además, Al-Mutqadir me aprecia y siempre cuenta conmigo en la batalla. Si le presento unas tarifas aceptables seguro que me contrata.


Y con estas grandes ideas y algunas más, montó una empresa de subcontratas bélicas. La verdad es que no le fue del todo mal, aunque algunos le dieran más batalla que otros.
Pero nada dura eternamente y su principal cliente se murió un buen día. Entonces Rodrigo tomó la decisión definitiva, dio el salto cualitativo: “Se acabó el servir, de ahora en adelante lo que conquiste será para mí”.
Dicho y hecho, bueno, no tan hecho, pero tras 19 meses de asedio entró en Valencia, donde hizo verdaderas maravillas: La dotó de un estatuto de justicia equilibrado y envidiable; restauró la religión cristiana al mismo tiempo que reconstruía la mezquita musulmana; acuñó moneda; se rodeó de una corte de estilo oriental , con poetas tanto árabes como cristianos, y de gentes eminentes en el mundo de las leyes. En definitiva, organizó con maestría la vida de la ciudad.

Rodrigo fue el prototipo del caballero por excelencia: fuerte, leal, justo, valiente, prudente, templado, guerrero y culto.
Llegó a ser una de las figuras más importante del oriente peninsular, estableciendo un protectorado que incluía a Valencia, Lérida, Tortosa, Dénia, Albarracín, Alpuente, Jérica, Sagunto, Segorbe y Almenara.

Fue también un hombre de estado, prueba de ello fueron sus pactos con los reyes del momento, como Pedro I de Aragón; sin olvidar las alianzas matrimoniales, casó a una de sus hijas con Ramiro Sánchez de Navarra y a otra con Ramón Berenguer III de Barcelona.

Y tras todo esto, pensó, sólo me falta ganar a mis enemigos después de muerto. ¡Sería la pera!


Los cristianos le llamaron Campeador y los moros Sidi ( señor). De todos ellos tuvo su temor y su respeto.


Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar-Burgos 1043- Valencia 1099).

3 comentarios:

pseudosocióloga dijo...

Me encantan tus historias sobre historia.
Entonces¿este era un mercenario pero solo de buenas causas?.

El guardian del Faro dijo...

En realidad empezó como vasallo del rey de Castilla, y un buen vasallo además. Pero la relación amor-odio que mantenían no le dejó otro camino.
Ante todo era un hombre leal, de palabra. Así que si había un tratado con un rey, califa o como se llamara y alguien pretendía romperlo, allí que iba a poner orden, aunque fuera contra otros cristianos.
Pero como los que habían aquí eran bastante porcularizantes, se vino a darles la del pulpo, que entonces no estaba mal visto. ;DD

El guardian del Faro dijo...

Además, Pseudo, no me gusta eso de mercenario. El Cid era un Señor.
Todo lo que conquistaba rendía vasallaje al rey de Castilla, su Rey a pesar de todo.
Para que veas hasta que punto fué respetado, el propio Alfonoso VI trasladó los restos de Rodrigo desde Valencia, de vuelta a Castilla.
(Y nos abandonó de nuevo a los moros, ¡hay que ser gilipollas!)