lunes, 16 de marzo de 2009

La caída de los dioses (Relato 10)

Se había quedado mirándolo casi impasible, mientras en su mente se sucedían vertiginosas las imagenes del pasado, las palabras, las promesas.

No podía creerlo pero así era, por primera vez en su vida no podía creer lo que le decía. Algo en su interior le decía que no estaba siendo sincero, que le estaba dando una explicación conveniente para salvar el momento.
¿Porqué? ¿Acaso no habían prometido ser sinceros? ¿Creía de verdad que era tan sencillo engañarla?.
En cualquier caso, era evidente que ni por un momento había pensado que ser pillado en una mentira piadosa sólo conduce al otro a que piense que se le oculta algo realmente grave que, siempre sin fundamento, el que miente cree que no podrá escuchar.

Y entonces comprendió que nunca la había escuchado y que si lo había hecho nunca la comprendió o, mucho peor, nunca la creyó.
Intentó imaginar qué le hacía comportarse como un idiota siendo tan listo. ¿Miedo? ¿A qué? Posiblemente no quería conocer la indiferencia absoluta con la que podría tratarlo. Entonces ¿sí la escuchaba? A lo mejor era peor y lo que no quería era conocer su ira. ¿De verdad pensaba que iba a perder la yugular? ¿Con quién creía que estaba tratando? . En cualquier caso, como casi todos, había optado por el camino fácil (como si existiera alguno) intentando nadar y guardar la ropa.

Y allí estaban, ella desangrando lentamente las venas de la ilusión y la alegría mientras él, ajeno al desastre, se atrevía a hacer lo que juró que nunca haría.
¿Era necesario? ¿No le había bastado con el dolor?
No. Como todos, tenía que añadir el insulto al desprecio. Tenía que insultar su inteligencia.

" ¡No vas a creer lo que me está pasando !".

Y eso hizo, no creerle. En absoluto.

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