domingo, 25 de enero de 2009

Sin retroceder

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- ¿Por qué me elegiste a mi?



- Soy libre y puedo escoger. Cualquiera puede hacerlo.



- Pero tú lo sabías todo desde el principio...



- Cada uno debe recorrer ciertos caminos solo. ¿Nunca oíste hablar del libre albedrío?. Algunos pagamos por él un precio muy alto.



- Pues no siempre estabas al margen.



-Hay cosas que no se pueden eludir. Hay castillos que deben arder y hombres que ahorcar; perros destinados a despedazarse entre sí, virtudes que decapitar, puertas que se han de abrir para que otros pasen por ellas... . Mi misión, como tú dices, era asegurarme de que recorrías el camino a salvo.



- Pues ha sido un largo camino. Y ahora debo entrar ahí.



- No "debes". Nadie te obliga.



-¿Sin conocer la respuesta?



- Sin afrontar la prueba. Más a menudo de lo que la gente cree, las cosas son lo que uno quiere que sean. Incluso el diablo puede adoptar diversas apariencias, o esencias.



-El remordimiento, por ejemplo.



- Sí. Pero también el conocimiento y la belleza, o el poder y la fortuna.



- De cualquier modo, el resultado es el mismo: la condenación. Se paga con la inocencia del alma.



-Tú, como yo, ya pagaste hace tiempo. Todavía lo haces.



- ¿Cuando ocurrió?



- Hace más tiempo del que puedes concebir. Y fué muy duro. Peleé cien dias y cien noches sin cuartel ni esperanza. Ése es mi único orgullo, haber luchado hasta el final. Retrocedí sin volver la espalda, entre otros que caían de lo alto, ronca de gritar mi coraje, el miedo, y la fatiga... Por fin me vi, después de la batalla, caminando por un páramo desolado, tan sola y fria como es la eternidad. Todavía, a veces, encuentro una señal del combate, o un antiguo compañero que cruza por mi lado sin atreverse a levantar los ojos.



- ¿Por qué yo, entonces? ¿ Por qué no buscaste en el otro bando, entre los que vencen?



- Porque la lucidez no vence jamás. Y nunca mereció la pena seducir a un imbécil.









( El Club Dumas)

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