Me encantaban aquellos desayunos en la cama cuando, dejándome dormir a pierna suelta, él se había levantado primero y preparaba el café a mi gusto, acompañado por la prensa, bollería que había ido a comprar, flores......y una sonrisa de satisfacción por malcriarme.
Que me mirara hipnotizado desde la cama mientras yo trasteaba desnuda por el baño, para acabar preguntando como siempre....¿te vas a poner espectacular?. Y su sonrisa de satisfacción por compartirme con el mundo.
Que el más elegante y arrogante de los hombres que había conocido se arrodillara para ponerme los zapatos y, mientras acariciaba mis tobillos, diera las gracias por un nuevo día junto a mí. Y su sonrisa de satisfacción por haberlo conseguido.
Y sobre todo, acabar el día con su cabeza en mi regazo, preguntándome si merecía un dia más. Y su sonrisa de satisfacción al escuchar el si.
Él... a quien todos obedecían. ¡Si le hubieran visto!
Seguramente les habría dicho, mirándoles a los ojos, que un hombre de verdad solo tiene un camino: entregarse sin condiciones.
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