Otra vez en la calle, pensaba Rodrigo cabizbajo, mientras se alejaba de palacio. ¿Cómo puede creer a la prensa amarilla?, ¿dónde se ha visto que un vasallo haga jurar a un rey?. Pero me la tenía guardada, sí, desde siempre, que siempre amé más a Sancho que a Alfonso. Pero ¡pardiez!...¿dudar de mi lealtad?
Y con estas tribulaciones se iba alejando, dándole vueltas a lo que haría ahora con su vida: Tendré que apuntarme al paro, ¡joer, qué rollo! Esperar a ver si me avisan para algún trabajo temporal en alguna escaramuza menor, menudo plan.
Entonces, con la fuerza del rayo, una idea se abre en su mente: ¡me haré autónomo!.
Al fin y al cabo me educaron junto a un rey, en San Pedro de Cárdena y sé de leyes, nadie iguala mi destreza en la lucha, amén de poseer una amplia cultura…
Además, ya lo hice una vez cuando me fui a Zaragoza y no me fue mal, ¿qué digo?, me fue genial, aún conservo la Tizona y la Colada…¡qué tiempos!.
Quizás si voy hacia el este….. además, Al-Mutqadir me aprecia y siempre cuenta conmigo en la batalla. Si le presento unas tarifas aceptables seguro que me contrata.
Y con estas grandes ideas y algunas más, montó una empresa de subcontratas bélicas. La verdad es que no le fue del todo mal, aunque algunos le dieran más batalla que otros.
Pero nada dura eternamente y su principal cliente se murió un buen día. Entonces Rodrigo tomó la decisión definitiva, dio el salto cualitativo: “Se acabó el servir, de ahora en adelante lo que conquiste será para mí”.
Dicho y hecho, bueno, no tan hecho, pero tras 19 meses de asedio entró en Valencia, donde hizo verdaderas maravillas: La dotó de un estatuto de justicia equilibrado y envidiable; restauró la religión cristiana al mismo tiempo que reconstruía la mezquita musulmana; acuñó moneda; se rodeó de una corte de estilo oriental , con poetas tanto árabes como cristianos, y de gentes eminentes en el mundo de las leyes. En definitiva, organizó con maestría la vida de la ciudad.
Rodrigo fue el prototipo del caballero por excelencia: fuerte, leal, justo, valiente, prudente, templado, guerrero y culto.
Llegó a ser una de las figuras más importante del oriente peninsular, estableciendo un protectorado que incluía a Valencia, Lérida, Tortosa, Dénia, Albarracín, Alpuente, Jérica, Sagunto, Segorbe y Almenara.
Fue también un hombre de estado, prueba de ello fueron sus pactos con los reyes del momento, como Pedro I de Aragón; sin olvidar las alianzas matrimoniales, casó a una de sus hijas con Ramiro Sánchez de Navarra y a otra con Ramón Berenguer III de Barcelona.
Y tras todo esto, pensó, sólo me falta ganar a mis enemigos después de muerto. ¡Sería la pera!
Los cristianos le llamaron Campeador y los moros Sidi ( señor). De todos ellos tuvo su temor y su respeto.
Rodrigo Díaz de Vivar (Vivar-Burgos 1043- Valencia 1099).
3 comentarios:
Me encantan tus historias sobre historia.
Entonces¿este era un mercenario pero solo de buenas causas?.
En realidad empezó como vasallo del rey de Castilla, y un buen vasallo además. Pero la relación amor-odio que mantenían no le dejó otro camino.
Ante todo era un hombre leal, de palabra. Así que si había un tratado con un rey, califa o como se llamara y alguien pretendía romperlo, allí que iba a poner orden, aunque fuera contra otros cristianos.
Pero como los que habían aquí eran bastante porcularizantes, se vino a darles la del pulpo, que entonces no estaba mal visto. ;DD
Además, Pseudo, no me gusta eso de mercenario. El Cid era un Señor.
Todo lo que conquistaba rendía vasallaje al rey de Castilla, su Rey a pesar de todo.
Para que veas hasta que punto fué respetado, el propio Alfonoso VI trasladó los restos de Rodrigo desde Valencia, de vuelta a Castilla.
(Y nos abandonó de nuevo a los moros, ¡hay que ser gilipollas!)
Publicar un comentario