Mantener una conversación con él se había convertido en una odisea hacía tiempo. Aún así siempre conseguía mostrar su interés por los demás y hacerse cercano. Los malditos audífonos no hacían sino incordiar, demasiado agudos, demasiado ruido, demasiadas molestias. Así que la mayor parte del tiempo pasaba de ellos.
Era fácil verle leer, porque eso animaba su imaginación. Y mejor que ver la tele, podías acabar enloquecida porque tenía que tener el volumen de tal manera que la podían escuchar en el final de la calle.
Siempre sonreía y movía de una forma muy peculiar su mano izquierda al hablar. Luego descubrí que era ambidiestro y que toda su vida utilizó la izquierda para lo que necesitaba más fuerza o precisión.
Pero lo mejor de todo y que siempre recordaré, era su forma de bendecir la mesa....entonces, con toda su familia reunida a su alrededor, entornaba los ojos y con una voz firme, recia, llena de convencimiento y de fé, le daba gracias al Señor por todos los dones recibidos. Y siempre tenía un recuerdo para los que no estaban presentes.
No fué durante mucho tiempo, pero doy gracias por haberle conocido. Un hombre recto y bueno.
Digno hasta el último suspiro de su vida.
Para Lamberto
7 comentarios:
Transmites que era una persona especial. ¡Muy bonito!
Besos
Si Maria, lo era. A menudo olvidamos que la grandeza acompaña a la humildad, y no reparamos en la gente que la practica.
Besos
Pero¿era familiar tuyo?...yo y mi curiosidad enfermiza.
Precioso detalle.
Un besito.
Como si lo fuera, Pseudo...el afecto está en el corazón, no en las circunstancias. Un beso
Gracias Marieta, más besos para ti.
Gracias por tus palabras que acabo de re-leer. En realidad no por tus palabras sino por lo que significan.
Besos de "Lambertin"
Sabes que lo digo desde el corazón. Gracias por permitirme compartilo contigo.
Besos
Publicar un comentario